Por: Vilma Marroquín de Rodríguez
El día que enterré a mi hijo, hice una oración en ese lugar donde estábamos dejando su cuerpo. Salió de lo más profundo de mi alma. Era un dolor desgarrador; pero con la plena seguridad que solo podía venir de El Espíritu Santo de Dios a mi espíritu; porque simplemente mi alma y corazón estaban totalmente quebrantados.
La oración fué: “Padre, que esta semilla que estamos dejando hoy en la tierra con la vida de Alex, fructifique al ciento por uno para Tu gloria.”
Hoy, 6 años después, y habiendo acompañado a muchos en este doloroso proceso, Dios me abre las puertas de par en par en ese cementerio Los Parques para compartir el taller : “El amor no termina con la muerte”.
Los planes de Dios en nuestras vidas y Su propósito eterno llegan. Puede que no sean como los que soñamos nosotros; sin embargo; son los perfectos, porque son los de El.
Pasé por “el camino de las lágrimas”, sufrí, lloré, extrañe,la nostalgia invadió mi corazón; pero no iba sola. Con amor y paciencia, Jesús, a través del dolor y sufrimiento que vivió, me iba mostrando la senda. Nunca me dejó. . .Nunca me empujó, ni me jaló en el proceso. Me dio el espacio de procesar y aprender a vivir de nuevo. El simplemente estuvo allí .
Decidí atravesar el valle de sombra y de muerte y cumplir el propósito de la vida y fallecimiento de mi hijo; el cual iba “más allá de lo que jamás podía imaginar”.
Que consuelo y esperanza vivir fundido en la roca firme que es Cristo Jesús. Cuando vino el tsunami a mi vida; no arrasó con todo. He integrado la vida y la muerte Alex a mi vida y propósito. Dios me ha enseñado mucho y esas enseñanzas no son solo para mi. Son también para ti, mi querido amigo o amiga que inicias semejante dolor de enterrar a alguien que amas.
– Decide vivir tu proceso de duelo. No hay otro camino. El duelo…duele; y a más amor por alguien; más dolor cuando ya no está. Si se lo permites, no vas solo. Su promesa es que no nos dejara ni nos desamparará.
– Después de un tiempo, puedes aprender a amar en el recuerdo y en el corazón de una manera sana. Personalmente, saber que “no tengo que soltar, ni dejar atrás, ni dar la vuelta a la hoja del libro de mi vida”, me ha dado paz. Mi hijo vive en el cielo; pero vive también en mi corazón. 1 Corintios 13 dice que el amor permanece para siempre y que nunca deja de ser.
– Quien ha estado en este hoyo de oscuridad y sale adelante; diferente y fortalecido por la gracia y amor de Dios; no puede guardarlo para si. Hay que poner acción de amor, consuelo y esperanza en la vida de otros:
El nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que también nosotros podamos consolar a los que están sufriendo; con el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros. 2 Cor. 1:4.