Por: Vilma Marroquín de Rodríguez
Mi amado Alex:
Hoy decidí escribirte una carta, aunque el destino de la misma sería el cielo, y sé que allá no hay correo.
Decidí escribir porque me daré el permiso de volcar mi corazón de madre en el día de tu cumpleaños, y poner en palabras lo que mi corazón siente.
Se vale, al final todo se vale. Se llama simplemente AMOR, y la Biblia dice que «el amor permanece para siempre».
Viene a mi memoria el día 7 de abril de 1988, pasa por mi mente una película completa de lo que pasó ese día. Que felicidad! Te conocería esa noche a las 21:25 hrs..aunque la verdad, sin verte ni tenerte en mis brazos, ya te amaba con todo el corazón.
Un hermoso varón!!!! La felicidad completa para los Rodríguez Marroquín, ya que teníamos en casa a una hermosa niña, nuestra Sussy que también te esperaba con ansias. Fuiste un niño amado desde mi vientre y consagrado al Señor. Sabía que Dios tenía planes y propósitos eternos para tu vida, aunque por supuesto mis planes no eran los Suyos.
Los años de niñez y juventud pasaron como los de una familia normal, con sus altas y bajas, alegrías y tristezas, pero siempre confiando en que eras Hijo de Dios antes que mío y que mi deber era amarte, cuidarte y guiarte en Su camino. Hice lo mejor que pude… puede que me haya equivocado algunas veces, pero nunca fue con intención. Porque: ¿Quién mas que una madre para querer lo mejor para sus hijos?.
Cuando alguien ya no está, solemos cometer el error de acordarnos solo de las cosas buenas, como que los que se han adelantado fueran unos santos. La verdad, me recuerdo de ti mi amado hijo, como diría tu papá «inquieto»… vaya si no nos diste dolores de cabeza y desvelos, pero ese corazón, ese noble corazón que no muchos pudieron tener el privilegio de conocer, era un don especial en tu vida, siempre pensando en los demás y queriendo ayudar.
Hoy, solo puedo agradecer porque Dios en su infinito amor me permitió tenerte por 23 años aquí en la tierra. Tu vida fué corta acá, pero tu propósito fué cumplido en Su tiempo. Te extraño, no te imaginas cuánto te extrañamos. Nuestra familia en la tierra no está completa porque uno de nosotros vive en el cielo, aunque siempre seremos 4. Nos haces falta, cuando comemos, cuando vemos tele, cuando salimos, hasta cuando nos molestamos por algo, porque tú siempre eras de mi equipo.
Tu fallecimiento, como siempre digo, me ha hecho una mujer diferente. He madurado, he crecido, mis prioridades de vida son otras. Amo más, aprovecho más el tiempo en lo que realmente es importante, y eso, no son las cosas, son las personas.
Me dejaste hijo, un amor tan grande por las personas que sufren la partida de un ser amado.
El acompañarles se ha vuelto una pasión y un propósito para mi vida y la verdad,también para tu papá y tu hermana. ¿Porque? Simplemente porque hemos estado en ese hoyo de la desesperación, donde sentimos que nos volvemos locos de dolor, de ausencia y no muchos lo entienden.
Tu partida, nos ha enseñado que el cristianismo funciona, que Jesús es la Esperanza de Vida, que el Espíritu Santo de Dios consuela, que el gozo del Señor no es matarse de la risa, sino la fuerza que solo puede venir de El enmedio de la prueba más grande de nuestra vida.
Te imagino entrando a la casa, se cierra la puerta y subes las gradas. Se oyen tus pasos fuertes y en las gradas apareces con una sonrisa y me preguntas: «¿Que onda Vilma? ¿En que andas?
Hoy podría contestarte: «Consolando corazones quebrantados por la ausencia de alguien que aman y ya no está fisicamente». Tú contestarías: «Que bueno mami…. seguí así».
Feliz cumpleaños a mi hijo ausente…. pero al mismo tiempo SIEMPRE presente en mi corazón, hasta el día que nos reunamos de nuevo!
Te ama,
Tu mami, por siempre.