Tengo un hermano en el cielo

Tengo un hermano en el cielo, lo disfruté al máximo, porque su cariño es único e invaluable. Los hermanos crecen juntos y pasan gran parte de su niñez y juventud compartiendo experiencias comunes, la cercanía y el trato que los hermanos tengan entre sí, estarán marcados por el desarrollo de fuertes lazos emocionales de amor.

Con esta reflexión, esperamos poder entender en parte, el gran vacío que ha quedado en la vida de nuestros hijos aquí en la tierra, al momento de la partida de su hermano(a), al igual que el vacío que ha quedado en tu corazón si tu hermano es quien partió a la presencia del Señor.

Te compartimos estas hermosas palabras, adaptadas de un artículo de Brenda Sanchinelli:

Tener un hermano es un bello regalo de Dios en esta vida, contar con un ser que tiene nuestros mismos genes y que ha sido nuestro compañero del alma desde que éramos niños, pasando las mismas alegrías, tristezas y tantas experiencias que solo se pueden compartir con un ser que lleva nuestra misma sangre. Es un cómplice, un aliado, un amigo, un pedazo de nosotros mismos y que, de una u otra manera, estará ligado por siempre a nuestra vida. Un hermano es parte de nuestro propio corazón, no importa si nos llevamos bien o mal con ellos, pues siempre estarán cuando los necesitemos.

Seguro que siempre habrán peleas y discusiones fuertes, pero en dos segundos vendrán las reconciliaciones, porque esa es justamente la magia del amor fraternal. Hasta un refrán dice «En pleitos de hermanos no metas las manos». Que lindo es tener hermanos y hermanas porque de ellos aprendemos lo mejor de la vida, ellos nos refrescan con sus ideas, nos enriquecen con su cultura y tienen la paciencia de enseñarnos otras perspectivas de la vida. Un hermano nos apoya en las buenas y en las malas, es el único que nos abre los ojos cuando tiene que hacerlo, un hermano no nos dirá «si a todo», más bien discutirá su punto de vista mostrando sus razones, sin interés alguno, solo con el afán de ayudarnos. Un hermano es nuestro mejor y más duro crítico, pero al final nos hace más fuertes. La palabra hermano es de tanto peso que en algunos casos las personas los consideran sus mejores amigos.

¡Wow, que relación tan increíble! Esperamos que leerlo, te ayude a imaginar y entender lo que sus hermanos extrañan a tu hijo(a) que partió/ y lo que tu extrañas a tu hermano.

“Cuando un hermano muere, parte de tu niñez se desvanece, pues hay una persona menos con quien recordarla” Garrison Keillor

No importa qué tipo de relación hayan tenido, ya que cuando uno de ellos muere, duele mucho. Es importante comprender que el dolor no es un signo de debilidad, ni una falta de fe, el dolor es el pecio que pagamos por amar. Ellos sufren la pérdida de su presencia, de su compañía, de futuras oportunidades y además, se enfrentan a un gran cambio en el esquema familiar. Los hermanos sufren a su modo, el dolor de la ausencia. Todos sufrimos de diferente manera.

Cada uno encontrará su propia salida a través de este dolor. Ninguna forma es correcta o incorrecta. Tratemos de aceptar las diferencias y apoyémonos los unos a los otros. Todos estamos bajo un gran estrés de dolor y cada uno está tratando de controlar lo incontrolable de la mejor manera.

No trates de protegerte del dolor escondiendo tus sentimientos, esto puede crear incomprensión y dolor adicional. En lo posible mantengamos la comunicación abierta y seamos pacientes los unos con los otros. Nunca olvidemos la propia individualidad de cada hijo, y el lugar especial que ocupa en la familia. Ellos seguirán siendo ellos mismos. Aunque inconscientemente, no caigamos en el error de querer que ocupen o hagan algo que era parte del hijo ausente.

Nadie puede sustituir a NADIE. Somos únicos, con una función y propósito específico en esta vida y en el hogar. Habrán casos, en que nuestro hijo(a) se convertirá en el único hijo sobreviviente como resultado de la muerte de su hermano. Entonces experimentará sentimientos de soledad, vacío y desesperación profundos.

Ya no habrá con quien compartir esa relación única de hermandad. Se preguntará en algún momento si todavía es un «hermano(a)»: Si lo Es.

Ayudemos a nuestros hijos a que descubran, que ayudando a otros y compartiendo de su dolor y experiencia, también se ayudan a ellos mismos. Si damos consuelo, recibiremos consuelo, porque «dando, es como recibimos». Como padres démosles el amor y la seguridad, que ellos deben vivir su propia vida, y volar y cumplir con los sueños y propósitos que Dios les ha dado. No tienen que vivir a la sombra de su hermano(a). Tampoco tienen que tratar de llenar el espacio vacío dejado por el que se nos adelantó.

Por último, enseñémosles con nuestras palabras y con nuestro ejemplo, que no está prohibido reírse nuevamente, que se puede divertir y disfrutar de la vida porque aunque suframos el dolor de la ausencia, aun así, la vida es bella. Es un regalo que Dios nos dio y debemos aprender a vivirla, en nuestra «nueva normalidad de familia».

“Me has hecho pasar por muchos infortunios, pero volverás a darme vida; de las profundidades de la tierra volverás a levantarme. Acrecentarás mi honor y volverás a consolarme.” Salmo 71:20-21


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