Duelo

Duelo

El duelo es un proceso que debemos vivir después de la partida de un ser amado, entramos en el con mucho temor. Es un mundo desconocido y nadie puede atravesarlo por nosotros. Nos adentramos al dolor, a la soledad, al sufrimiento, al vacío, al enojo, a las lágrimas y a extrañar en lo más profundo de nuestro ser.

No existe un GPS, ni un mapa que nos muestre cómo atravesar este proceso, ni cómo llegar al destino final.  Tampoco existen extravíos.   En este proceso no hay acepción de personas, hay niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad; hombres y mujeres por igual. El nivel académico y socio-económico no es relevante, no importa la raza ni la creencia religiosa que se tenga.

Es TU VIAJE, no hay otro igual, porque así como tú eres único, tu tiempo y tu forma de enfrentarlo también lo es. Enfréntalo con valentía, sufre, y vive cada momento y cada emoción. El camino adecuado para la recuperación es SENTIR cada etapa de nuestro proceso.

Sin embargo, Dios nos conoce. Nos mira. Nos acompaña. Nuestro dolor no es invisible ni desconocido para El. Ha dejado al Espíritu Santo, el Consolador, para atravesar este duro tiempo con nosotros.

El proceso del duelo comienza desde que se produce la separación (a veces se inicia antes, cuando acompañamos a enfermos terminales, hasta su partida y luego seguimos experimentando las siguientes fases). Termina cuando aprendemos a caminar en «nuestra nueva normalidad».

Hay varios factores que influyen en el tiempo y en la intensidad del duelo: El grado de parentesco con la persona que falleció, la relación afectiva con el que se fue, la duración de la enfermedad o el shock de una partida repentina.  Algunos otros factores que afectan son la personalidad y forma de reaccionar ante adversidades, la fe y la ayuda de familiares y amigos. Esta separación afecta todo nuestro ser. Nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestras emociones, nuestra familia, nuestro entorno, en fin, el dolor es TOTAL.

¿Cuánto dura? Dicen los expertos que alrededor de dos años,  pero nadie puede afirmar un tiempo exacto para vivir un proceso de duelo. Sin embargo, con sus altas y sus bajas, dura mucho mas tiempo del que las personas que no lo están pasando pueden imaginar .Hay días en que pensamos que hemos adelantado y de pronto, sin aviso alguno, viene una oleada de dolor que parece un tsunami y pensamos que retrocedimos todo lo que habíamos adelantado. Esto es totalmente normal.

Cada duelo es diferente, aunque sea enfocado en la misma persona, cada quien lo amaba a su manera, y el papel que representaba en su vida es diferente. (Por ejemplo, al partir un hijo, la mamá lo extraña de una forma, el padre de otra, los hermanos extrañan diferentes cosas, al igual que otros familiares y los amigos).

Todos sufren, aunque de diferente manera. Hay que tener paciencia, paciencia y mucha paciencia. Un detalle importante es aprender a vivir  «un día a la vez», porque no hay capacidad emocional, mental ni física, para hacerlo de otra forma.

«Dios escucha a los suyos y los libra de su angustia. Dios siempre está cerca para salvar a los que no tienen ni ánimo ni esperanza» Salmo 34:17-18